Ana observa de cerca lo que hace mamá. Es algo interesante, sobre todo cuando echa la ropa y lentamente el agua con espuma la va tragando hasta hacer un bultico que gira en el fondo de la lavadora. Ana quiere ayudar, pero mamá no la deja por miedo a que se moje. Sólo en una ocasión la niña mete la mano y las burbujas resbalan como si se quebraran los huesos. Ana está desconcertada. Después un chorro de jabonadura sale por una esquina y los globitos transparentes saltan al aire.
Por la noche Ana en su cama, con los ojos apretados, siente que alguien roza suavemente sus mejillas, piensa que es Toña, abre un ojo con cautela y seguidamente abre el otro. Del techo cuelga una inmensa burbuja de jabón, es como un espejo, todo el cuarto se refleja en ella en muchos colores y está tan firmemente agarrada que no se bambolea como ella siempre ha visto.
-Entra en la lavadora y allí me encontrarás- burbujea desde el techo.
-¿Quién eres?- y se incorpora asustada.
-Te espero- dice y con un ploc revienta y se pierde en la semi penumbra del cuarto.
Al otro día Ana va al cuartico de desahogo, allí es donde mamá guarda la lavadora, junto a todos los trastos que molestan en la casa. Quita la tapa de la máquina y observa dos huecos, en uno se lava, en el otro se seca la ropa. Se introduce en el primero. ¡Hace mucho calor allá dentro! pero no sucede nada, defraudada sale del encierro. ¿Y si le echara agua y jabón? piensa.
-Voy a bañar a Sultán- dice a mamá que la ve dirigirse con todos los implementos al cuartico.
-¿Qué vas a hacer?- pregunta Toña siguiéndola.
-Voy a lavarme, ayúdame- responde Ana.
-Siempre uno se lava en el baño.
-Esta vez lo voy a hacer en la lavadora.
-No irás a meterte allá dentro ¿eh?
-Sí que lo voy a hacer- dice metiéndose en uno de los huecos lleno de agua -Alcánzame el jabón y cierra la tapa.
Toña espera sarcástica el resultado de tan peculiar baño.
-No quiere venir- dice Ana empapada, después de unos minutos de detener su respiración -Mejor la ponemos en la corriente.
-¡Te vas a marear con tantas vueltas!- exclama su hermana.
-Tenemos que probar -afirma buscando el cordón- Este no alcanza, trae los de los zapatos.
-¿Para unirlo?-
-¡Claro!- responde atareada.
Cuando la instalación está hecha, Ana se acerca y gira el botón, vertiginosamente se mueven las aguas.
-¡Ya está! Conéctala cuando yo esté adentro- dice.
-¡Espera!- grita Toña -Si te pasa algo ¿qué le digo a mamá?
-Que tenía un encuentro con una burbuja.
-¿Nada más?
-¿Y qué me va a pasar? ¿Eh? -indaga Ana molesta.
-Nada -suspira- pero debe ser difícil exprimirte.
Ana se introduce en la lavadora, el agua sube y se derrama un poco. Toña espera a que los cabellos rubios desaparezcan y fija el cordón al tomacorriente. La máquina empieza a traquear, luego sigue funcionando con un ruido uniforme...
... Ana cierra los ojos, siente de repente convulsiones por todo el cuerpo y al lado de las costillas, donde está la rueda, un intenso dolor, que poco a poco se va haciendo costumbre. Abre los ojos, el jabón está haciendo círculos en el fondo y a ras del agua se forma una capa de espuma.
-¡Al fin llegaste!- murmuran al lado del oído.
Ana trata de girar el cuello pero está tan comprimida que deja de intentarlo.
-¿Quién eres?- pregunta atorada de agua.
-Burbujín ¿y tú?
-Una niña ¿no lo ves?- dice rápida, para no tragarse la espuma que ya la cubre.
-Traga, no te hará daño-
-¿Que no? -hace un esfuerzo- Tiene mal gusto.
-Es sosa y potasa- le responden.
Ana ve como una burbuja se sube a su nariz.
-No te asustes, soy yo, Burbujín.
Tiene ojos pequeños, boca grande y nada más.
-Eres bonito -dice Ana- Quiero ser tu amiga.
-Ya lo somos ¿Quieres ir a pasear?
-Así mojada ¿A dónde podría ir?
-A la ciudad de las espumas- sonríe la boca transparente.
-¿Es lejos?
-En el fondo del universo.
-¡Hum! ¿Iremos a pie o en avión?
-Yo te llevaré, pero tu cuerpo pesa mucho -hace una pausa- Irá sólo tu cabeza.
-¿Piensas cortármela?- dice Ana a punto de abrir la tapa y salir del encierro.
-No tengas miedo, será por un rato, ahora cierra los ojos y no pienses en nada.
La niña cumple la orden, pero está atenta a todo movimiento del agua, porque eso de que el cuerpo esté en un sitio y la cabeza por otro, no le ha gustado nada. Repetidas veces traga saliva para sentir el puente que une una con el otro y no notando ningún malestar se tranquiliza.
-¿Burbujín?- llama manteniendo los ojos cerrados.
Aletazos de pájaros ensordecen sus oídos, sin poderse contener abre los ojos asustados.
-¡Hemos llegado!- dice Burbujín a su lado.
Lo primero que hace es mirar hacia abajo ¡que terrible! antes tenía brazos y piernas, ahora no están, sólo su cabecita flota al lado de Burbujín que ha crecido y es mucho mayor que ella.
-Dios mío ¡me caeré!- gime de miedo.
-Tu cabeza está dentro de una burbuja- responde éste.
Ana entonces, mira adelante ¡qué maravilla! todo el horizonte está lleno de globos, grandes, pequeños, rojos, amarillos, azules, blancos, moviéndose en todas direcciones, más abajo está la ciudad, con sus cúpulas transparentes, sus casas redondas como glóbulos de aire, sus calles de corales y sus parques jabonados. De lo árboles no cuelgan hojas, sino gotas de rocío y los trenes que atraviesan las avenidas de norte a sur y de sur a norte, son hileras de pompas de jabón unidas entre sí y llevando por maquinistas a caballitos del diablo. Todo sentado sobre tranquilas aguas de un lago interminable.
-¿Y allá? -pregunta Ana- Esa gigante burbuja ¿qué es?
-Vamos, te enseñaré, es nuestra madre.
Se acercan a empujones de aire. Dentro de la campana de cristal, un majestuoso jabón los observa con ojos de no tener ni principio ni fin.
-Nos formamos por su constante roce con el agua -explica Burbujín.
-¿Y no se gasta?-
-No, porque es eterno.
Ana de nuevo observa la ciudad bañada de espumas, limpia, hermosa ¡Sería tan bueno ser una pompa de jabón, correr tras las otras, mojarse en el lago y deslizarse por las calles!
-Y las burbujas ¿No mueren?- pregunta extrañada.
-Sí y no.
-¿Cómo van a morir y no morir y no morir y morir? ¿Es una broma? ¿O es que tienen alguna fórmula mágica?-
-No es así, una burbuja muere si traga mucha agua o aire, entonces se engorda, se engorda y Paaf, revienta porque su estructura se debilita, pero una burbuja puede reventar por su propio deseo, para desaparecer y su estructura aunque dispersa puede volver a formarse, al encontrar una gota de agua.
-¡Uf! ¡Que complicado! ¿Tú no serás tragón? ¿Eh?
La sonrisa de Burbujín cubre todo el cuerpo y de un golpe de susto desaparece inmediatamente.
-¡Niña! Tenemos que apurarnos ¡el agua dejó de moverse!
-¿Qué agua?
-La de la lavadora.
-¡Ay! -verdaderamente asustada Ana- ¿Dejó de funcionar? ¡Mi madre! Toña abrirá la tapa y... ¡Me quedaré sin cuerpo!
-¡Cierra los ojos! pronto ¡Ciérralos!
Ana, por otra vez, escucha el aleteo de millares de pájaros.
-¿Cuándo te veré?- interroga en un torbellino de aire lejano y sintiendo que el agua la ahoga.
-.....................
-Por favor ¡responde!
- ....................
-¿Acabarás de salir?- desde algún sitio le llega la voz de Toña.
Ana emerge desde el fondo del aparato, tosiendo a intervalos y con los rizos rubios chorreados de agua y espuma.
-Estás temblando ¿tienes frío?
-¿Por qué no la hiciste funcionar de nuevo?- se le ocurre preguntar llorosa.
-¿Querías seguir ahí dentro?
-Estaba en la ciudad de las espumas con Burbujín.
-¡Que tontería! ¡Acaba de salir!
-¡Espera! vuelve a girar el botón- pide Ana.
-¡Ni lo pienses! voy a llamar a mamá, mira lo mojada que estás.
Ana obedece de mala gana, el vestido se prende a la carne como moscas a un pastel.
-¿Por qué no entras tú y le dices a Burbujín que me espere mañana?
-¿Estás loca? Estoy muy gorda y no quepo en ese hueco.
-Te enseñará la ciudad -trata de convencerla Ana- ¡Verás que bonita es!
-¡No quiero ver nada! -habla Toña con firmeza- Te traeré la toalla para que te seques, también ropa.
Cuando la noche toca a las ventanas de todas las casas, se encuentra que la pequeña Ana permanece arropada y con la carita a más no poder de roja, tomando la medicina que mamá le lleva a la cama.
-Ana quiere que todos vayan a verla -dice Toña a los amigos- Tiene algo fantástico que contarles.
Los chicos puntuales, no faltan al llamado y se congregan alrededor de la enferma, después que ésta ha bebido todo el medicamento. La historia que escuchan les parece formidable, de esas que mantienen en vilo a los niños con un sabor de miedo y a la vez de curiosidad.
-¡Yo quiero ir!- dice Jesús emocionado.
-¡Irá Pepe!- responde Ana.
-¡Sí! ¡Sí! yo estoy muy de acuerdo- exclama éste en un arrebato de alegría.
-Eres flaco y más chiquito. Cabrás perfectamente-
-¿Y por qué tiene que meterse alguien en la lavadora? -pregunta Toña- Todos sabemos que no mientes.
Ana fija la vista en su hermana y tal pareciera que es la primera vez que lo hace con tanto disgusto, después su mirada se suaviza.
-Prepara la máquina como la otra vez- dice autoritaria -Y que mamá no sospeche nada.
-¿Me enfermaré como tú?- indaga Pepe, pensando que eso es lo único malo de la aventura.
-Seguro ¿pero eso qué puede importar?
-A mí, con seguridad me va a importar- musita despacio. Toña regresa al cabo de unos minutos a velocidad de patines.
-Apúrense, mamá está en el portal hablando con la vecina.
En puntitas de pie se van al patio, Sultán al ver pasar la comitiva se despereza y ladra alegremente.
-¡Ven! ¡Ven!- repara Ana y lo lleva consigo.
Entran al oscuro ambiente de trastos del cuartico.
-Ya puedes meterte- dice Ana a Pepe.
-¿Con ropas?-
-Sí, sí- responde la rubia envuelta en la sábana y aun sosteniendo a Sultán -La gorra puedes quitártela.
-Está bien, pero si me sucede algo, grito.
-Todo lo que quieras- contesta Jesús un poco contrariado por la elección de Ana.
Pepe cierra la tapa tras él y Toña gira el botón de encendido para que el aparato haga su tarea. Todos esperan con los sentidos a punto de encabritarse. Sultán sospecha que está prohibido hacer ruido y deja de mover el rabo.
-¡Ya se está formando espuma!- susurra Ana con los ojos pegados a la hendidura de la tapa.
-Burbujín ahora, debe estar hablando con él- asegura Ramón.
-Luego le arrancará la cabeza y se lo llevará al fondo del universo- musita irónica Toña.
-Debías haberte metido tú -la regaña Ana- Para que veas que es verdad.
Están impacientes, el botón lentamente ha regresado a su posición inicial.
-Ya se está acabando el tiempo- advierte Jesús, y traga un litro de aire de una sola vez.
El clic suena y la máquina deja de moverse. Ana impide con un gesto que abran la tapa.
-Vamos a dar tiempo a que regrese- explica.
Pero es el propio Pepe quien saca la cabeza mojada y sacude el cuerpo lleno de espuma.
-¿Lo viste?- le sacude Ana sin esperar más.
-¿Te llevó?- inquiere Ramón ayudándolo a salir.
Pero Pepe está visiblemente enfadado.
-¡Nada! ¡Nada! ¡Como tonto esperando y nada!
Ana no puede creer lo que oye, deja libre a Sultán y se asoma al agua con espuma, allí popular miles de burbujas. ¿Dónde estaría Burbujín?
-¡Es imposible!- habla entre dientes y la carita parece una hoguera, pronto a estallar.
Sus amigos afirman, arrepentidos un poco de haber creído la historia y también apenados de haber roto las ilusiones de la enferma. Pepe se quita la camisa y la exprime, aún el disgusto permanece en sus ojos.
-¡Aquí estoy niña!- tintinea una campanilla de jabón.
Y ante ellos se eleva una forma redonda, transparente en su interior, con dos ojitos pequeños y una boca enorme, para engullirse sus sonrisas.
Por SRM
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